El problema de la causalidad.
En ocasiones damos por seguros hechos futuros de los que no tenemos impresión. Según Hume, nuestras anticipaciones sobre hechos se fundan en la relación causa-efecto. Todo conocimiento de hechos futuros se basa en una inferencia causal y sólo por medio de ella podemos ir más allá de la influencia de los sentidos.
La relación causa-efecto se ha entendido como una conexión necesaria (no puede no darse). Hume dice que una idea es verdadera si sabemos cuál es su impresión pero, ¿Tenemos alguna impresión que corresponda a esa idea de conexión necesaria? Según Hume no. Lo único observable entre hechos de los que no tenemos impresión actual es que se da una sucesión constante entre ellos. Pero que exista una conexión necesaria es una suposición improbable. Como nuestro conocimiento de hechos futuros sólo tiene justificación si entre lo que llamamos causa y lo que llamamos efecto existe una conexión necesaria, resulta que no sabemos que va a suceder. Nuestro conocimiento de hechos futuros no es en rigor conocimiento, sino suposición o creencia. Creemos que va a suceder. Podemos estar seguros de ello pero esta seguridad procede de la experiencia, del hábito. El hábito es la clave que nos permite responder a este planteamiento.
La inferencia causal sólo es aceptable entre impresiones. Podemos pasar de una impresión a otra, pero no de una impresión a algo de lo que no hemos tenido experiencia. No hay ningún objeto que implique la existencia de otro. Sólo por la experiencia inferimos la existencia de un objeto a partir de otro, significando con ello que experimentamos con frecuencia la conjunción de dos objetos y recordamos que esos objetos han aparecido en un orden de contigüidad y sucesión, a uno le llamamos causa y al otro efecto e inferimos la existencia de uno a partir del otro.
Se entiende por causa como un objeto al que sigue otro siendo así que todos los objetos similares al primero son seguidos por objetos similares al segundo. Si el primero no hubiera existido, tampoco lo hubiera hecho el segundo. De hechos futuros no podemos tener conocimiento cierto sino sólo probable. Que el futuro se parezca al pasado no se funda en argumentos racionales. Ese conocimiento se deriva de ciertos mecanismos psicológicos, de la costumbre, del hábito, que nos inclina a pensar y esperar para el futuro el mismo curso de objetos con que estamos familiarizados.
Que existe una sucesión constante entre dos objetos, que hay conjunción entre ambos, que la relación causa-acción indica que un objeto precedente y contiguo a otro es similar a un segundo, o que está unido a otro de tal manera que la idea del uno inclina a la mente a formar la idea del otro (el primero se llama causa y el segundo, efecto). Esta relación se expresa en términos psicológicos. Al efecto psicológico de la observación de cosas que tienen constante conjunción. Esta conjunción produce una costumbre. La mente pasa de un objeto a otro de modo natural. Ninguna inferencia de hechos se basa en los razonamientos, sólo en la costumbre, pero la costumbre no produce conocimientos sino creencias. La filosofía de Hume desemboca en un fenomenismo y un escepticismo.
El problema de la sustancia
Para Hume, todo conocimiento se reduce a impresiones o ideas. ¿De qué impresión se deriva la sustancia? La sustancia es un concepto al que no le corresponde ninguna impresión. La sustancia tiene autonomía propia, lleva en sí misma su razón de ser. La sustancia puede proceder, o de la percepción a través de los sentidos, o de que el pensamiento la piensa a partir de las ideas que posee. La sustancia es un conjunto de cualidades de un objeto cualquiera. Sustancia es un conjunto de percepciones particulares que habitualmente encontramos unidas.
No hay justificación racional de aquello de lo que no tenemos impresiones. No podemos afirmar la existencia de una realidad corpórea distinta de nuestras impresiones. Lo único que podemos afirmar es la realidad de nuestras impresiones pero no realidad alguna distinta de ellas.
Según Hume, de Dios no tenemos ninguna impresión y, por tanto, no podemos afirmar su existencia. Tampoco existe nexo causal entre las impresiones y Dios, que está más allá de nuestras impresiones, por lo tanto, no podemos afirmar su existencia. Pero podemos preguntarnos: ¿De dónde proceden esas impresiones? Hume dice que no lo sabemos ya que no tenemos más conocimiento que nuestras impresiones (el límite de nuestro conocimiento son las impresiones). Sabemos que tenemos impresiones pero nada más; no sabemos de dónde vienen (es un escepticismo total).