Nietzsche. Vitalismo y fenomenología (III)

Crítica a la metafísica en su aspecto ontológico

La filosofía tradicional es dogmática: considera al ser como algo estático, fijo, inmutable, abstracto, pero este ser no existe. Ese ser no se deja ver tal como es en realidad en este mundo, donde todo es apariencia y falsedad de los sentidos, sino que él mismo tiene su propio mundo: "lo que el hombre conoce del ser es mera apariencia".

Esta separación entre ser real y ser aparente es un juicio negativo sobre la vida porque da más importancia al mundo de las ideas (real), que al mundo de los sentidos (irreal, aparente). Sócrates hizo triunfar la razón contra la vida; Platón creó otro mundo, el de las ideas, desvalorizando el mundo real. Esta es la base de la metafísica occidental.

El supremo error de la metafísica es haber admitido un mundo aparente frente a un mundo real, cuando sólo es real este mundo en que vivimos. En realidad no hay un mundo aparente y otro verdadero, sino el devenir constante del ser creando y destruyendo el único mundo existente. No hay conceptos estáticos, sólo existe el devenir. Solo existe el mundo de las apariencias, de los fenómenos.

De ahí que admire a Heráclito (el único filósofo que no ha falseado la realidad) y a Hegel (para quien toda la realidad está en un permanente devenir dialéctico). No admitirá, sin embargo, a Kant, por esa separación entre fenómeno y noúmeno (sólo existe el fenómeno, el mundo de lo aparente). Pero Heráclito tendrá siempre razón al sostener que el ser es una ficción vacía.

Crítica a la metafísica en su aspecto epistemológico

Se pretende que el concepto sirva para expresar una multiplicidad de realidades individuales que, rigurosamente hablando, dice Nietzsche, nunca son idénticas. La verdad, entonces, no es más que un conjunto de generalizaciones. El proceso de formación del concepto pasa de la sensación a la imagen mediante metáforas intuitivas, y de la imagen al concepto a través de la "fijación", producida por la costumbre, de una metáfora o conjunto de metáforas. Se niega, por tanto, todo proceso lógico en la formación de los conceptos.

Nietzsche niega que el concepto sea capaz de captar la verdadera realidad del ser porque la realidad es múltiple, es un continuo cambio y transformación. No hay por tanto verdad inmutable. Existiria la Verdad si fuera posible una percepción exacta, pero esto es imposible para Nietzsche, porque entre el mundo del sujeto y el del objeto no caben correspondencias lógicas. Sólo es posible un comportamiento estético.

Para Nietzsche, se ha olvidado la naturaleza metafórica del lenguaje. La metáfora es capaz de proporcionar conocimiento vital con el devenir. A través de la metáfora no se cae en dogmatismos porque la metáfora deja el significado abierto a interpretaciones (la metáfora se mantiene abierta al mundo y no cerrada como ocurre con el modelo simplificador del concepto) y no se deja influir por el devenir.

Todo término lingüístico es, en su origen, una metáfora. El olvido de la interpretación metafórica es el que ha llevado a la filosofía tradicional a crear las categorías.

Existe una relación entre filosofía y lenguaje. Para Nietzsche, el lenguaje no es una estructura formal cerrada sino que debe abrir caminos las interpretaciones del mundo. El ser siempre se está haciendo. El hombre posee una pluralidad de instintos en constante lucha entre sí. Contra lo uno, Nietzsche propone lo múltiple.

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