Descartes. Método y realidad en la filosofía racionalista (IV)

Motivos de la duda.

  1. De los sentidos: Se puede dudar de todo cuanto se percibe por los sentidos porque algunas veces nos engañan, nos inducen a error y, por lo tanto, no nos podemos fiar de ellos.
  2. Del mundo exterior: Duda de la imposibilidad de diferenciar la vigilia y el sueño. Es posible concebir que estemos dormidos y que todas esas percepciones no sean verdaderas. Esta duda no afecta a las proposiciones matemáticas
  3. Duda de los propios razonamientos: Es posible dudar incluso de las proposiciones matemáticas. Puedo suponer que exista algún genio maligno que emplee todas sus energías en engañarme, es decir, puedo considerar la posibilidad de haber sido constituido de tal modo que me engañe incluso al pensar que son verdaderas aquellas proposiciones que inevitablemente me parecen ciertas.

Por mucho que dude tengo que existir, de lo contrario no podría dudar. En el acto mismo de la duda se pone de manifiesto mi propia existencia. Puedo concebir que exista esa hipótesis ficticia del genio maligno, que pueda engañarme al pensar en proposiciones matemáticas pero por mucho que amplíe la extensión de la duda, no puedo extenderla a mi propia existencia. Lo mismo había observado San Agustín con su famosa expresión: "Si fallor, sum" (si me engaño, soy). Yo estoy seguro de que hay algo de lo que no puedo dudar: De este modo, Descartes llega a formular su Cogito, ergo sum (pienso luego existo).

Esa certeza de mi existencia se da sólo cuando pienso, es decir, cuando soy consciente. Si dejase de pensar, no podría con evidencia hacer relación de mi existencia, pero no es posible concebir mi “no existencia” porque concebir es existir.

Esta es la primera verdad indubitable y no deduce la existencia por medio de un silogismo sino que por un acto simple de visión mental reconoce una cosa que es conocida por sí misma. Intuyo la posibilidad de mi pensar sin mi existir. Por la palabra pensar, entiendo todo aquello de lo que somos conscientes como operante en nosotros y no sólo el entender, querer, imaginar, sino también el sentir, son la misma cosa que el pensar. Lo que Descartes quiere decir es que si yo nunca hubiese existido, percibido ni imaginado, no por ello dejaría de ser verdadero que me parece imaginar, percibir y sentir y, en consecuencia, tengo esas experiencias como procesos mentales conscientes. El cogito es el primer juicio mental y es aceptado en presencia de la duda hiperbólica. Cuando afirmo mi existencia en el cojito, lo único afirmado es la existencia de mí mismo como algo que piensa (que imagina, duda…). Si excluyo de mi pensamiento el cuerpo, afirmo entonces mi propia existencia como un sujeto que piensa. En el cogito se excluye todo aquello que no sea pensamiento.

De esta primera verdad llega a la conclusión de que en la proposición “pienso, luego soy”, no hay nada que le asegure su verdad excepto que ve muy claramente qué es lo afirmado en esta proposición.

Claro es aquello que está presente y manifiesto a una mente atenta y se manifiesta sin oscuridad a la inteligencia que la intuye.

Distinto es aquello tan diferente de todos los objetos, que no contiene en sí mismo nada que no esté claro. Una proposición puede ser clara sin ser distinta, pero no viceversa.

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